sábado, 29 de agosto de 2015

Lo esencial es invisible al Gobierno y la desolación deja a oscuras la educación del pueblo

        
                                                                                              por Luis Bravo

       El joven fotógrafo Santiago Mazzarovich tituló el acontecimiento de la foto como “lo esencial es invisible al gobierno”. El contexto en el cual ésta se tomó fue propuesto así, periodísticamente:
“Miles de estudiantes, docentes y trabajadores de la educación se movilizaron espontáneamente frente a la Torre Ejecutiva para repudiar el anunciado decreto de esencialidad. 24/agosto/2015.”
La foto, leída de izquierda a derecha (igual orientación que en esta coyuntura viene adoptando este tercer gobierno del Frente Amplio) va dando una serie posible de interpretaciones que quiero abordar aquí, lectura verbal de una verdadera lección de fotoperiodismo, de proyecciones sociales y de valor artístico.  
     El sol de la bandera uruguaya, con su alternancia de rayos rígidos y en movimiento,  aparece acostado, mirando lateralmente la escena exterior. Ese sol con cara humana presenta una leve rugosidad que hace que su mirada, habitualmente serena, aparezca como des-solada. Entre  los intercambios de miradas que la foto capta y propone, ese sol desolado mira al niño que transita por la vereda exterior, así como interpela al receptor de la foto. 
     Se trata de un símbolo típico de la iconografía uruguaya: el sol es luz y brinda su esplendor espiritual e intelectual a la patria. Está en el pabellón nacional y en el escudo, símbolos claves que indican que ese sol ilumina los cimientos mismos de la nación soberana. Pero ahora ese sol desolado, medio arrugado y de cotelete, mira de reojo al niño que camina por la vereda exterior, como protagonista indiscutible de la imagen. El niño, se entiende, representa las futuras generaciones de ciudadanos. 
    Este niño camina y lleva entre sus manos unos papeles. Sin apreciarse bien qué son, es imaginable que sean volantes relativos a la protesta que los gremios de la educación están llevando a cabo en ese instante, frente al Edificio de la Torre Ejecutiva. Allí donde trabaja el Presidente y se reúne con sus ministros. Allí donde se ha firmado un decreto de “esencialidad” para la Enseñanza. Para su firma el Ejecutivo de este gobierno de izquierda se sirvió de una ley del Presidente Jorge Pacheco Areco (art. 4° de la ley N° 13.720 de 16 de diciembre de 1968 ) y de un Decreto- Ley de la dictadura militar (9° inc. 2) del Decreto - Ley N° 14.791, del 8 de junio de 1978, según informó el periodista Carlos Peláez en las redes sociales. 
     Un sector de la Plaza Independencia (¿lo opuesto a la “dependencia”?) puede verse reflejado en los vidrios de la puerta del Edificio de Presidencia, pero no se ve a Artigas, por cierto. El niño camina y en su trayecto hay dos figuras que le siguen en orden secuencial. 
      Primero un ataúd negro, parado frente a la puerta. Contiene la palabra “EDUCACIÓN” en mayúscula y debajo una cruz cristiana, ambas inscripciones en color blanco. La muerte de la Educación es con lo que el niño se va a enfrentar en sus próximos pasos, el futuro inmediato. 
Ese ataúd, sin duda fue colocado por los manifestantes, forma parte de la performance del hecho callejero y social del gremio movilizado. Pero la imagen que le sigue no fue colocada por nadie, sino que está ahí porque ese es su lugar. Se trata del hombre que está dentro del edificio y que forma parte de la jornada cotidiana, no de un evento extraordinario. Su imagen resume en buena medida todo el drama que el ojo del joven artista ha captado. Es un hombre mayor, es el “guardia de seguridad” de este edificio gubernamental. Observemos. 
    A la altura de su cabeza se ve la leyenda “Torre Ejecutiva” (impresa sobre el vidrio de la puerta) como si esta fuera la identidad del sujeto. A esto debe agregarse el estado de ánimo que transmite toda su gestualidad. Su mirada está caída, mira al suelo, parece aún más desolada que la del sol. En actitud de derrota, serio y acaso pensativo, su brazo izquierdo a lo largo del cuerpo sostiene un teléfono celular en la mano. Pero no hay intención alguna de comunicación en ese gesto. El guardia está dentro del edificio, está detrás del vidrio de la puerta, está protegido, él es, de hecho, quien representa la “seguridad”. Pero está sólo, aislado, como atrincherado en esa muralla transparente donde, sin embargo, se le ve profundamente incomunicado: es la mejor síntesis del propio Poder Ejecutivo. 
     También, podría interpretarse, es el gesto de desilusión de quienes, como el guardia —empleado y trabajador a fin de cuentas— creyeron que el gobierno al cual representa, o para el cual trabaja, o del que en cierta medida forma parte, no está encontrando la manera de dialogar con los que están afuera de esa puerta que, como se aprecia, no refleja la figura (ni el pensamiento) de Artigas, en la intemperie de la Plaza pública. 
   Es en tal sentido que ese adentro y afuera de la foto, me llevan al siguiente link asociativo. El poeta Osiris Rodríguez Castillos dejó inédito un libro de ensayos titulado "Los de afuera y los de adentro". Según cita el investigador Hamid Nazabay, en su libro "Pionero del Canto Popular Uruguayo" (2009): “los de afuera son los que conservaron los principios artiguistas, revolucionarios y democráticos; la gente común. Y los de adentro son los herederos de la administración colonial, que cambiaron los títulos nobiliarios (…) ahora es el doctor, como otrora el conde o el marqués”. 
    El título “lo esencial es invisible al gobierno” hace del niño de la foto una versión uruguaya de “El principito”, justo en estos días que la película homónima se proyecta en cines de Montevideo. Cabe recordar que la breve novela escrita por Saint Exupery en 1943 no pudo publicarse hasta terminada la 2º Guerra Mundial, en 1946. En los dibujos del propio autor francés, la casaca del niño tiene los colores de la bandera de Francia (azul, rojo y blanco). Los mismos colores de la bandera del Frente Amplio que, a su vez, homenajea a la bandera artiguista, izada por primera vez en Montevideo el 26 de marzo de 1815, por Fernando Otorgués. La glosa de la famosa y espiritual frase “lo esencial es invisible a los ojos” es satírica. Juega con el término de la declaración de “esencialidad” dictada por el Gobierno del actual Presidente Tabaré Vázquez. Un decreto de “esencialidad” que la Central de trabajadores (Pit-Cnt) denunciará ante la Organización Internacional del Trabajo pero que, más allá de los fallos, demuestra que el jefe del actual Gobierno ha dejado de “ver” que lo que está en juego, esencialmente. 
  Una forma de decirlo sería: que lo que está en juego no es una lucha de poder entre los sindicatos y el Ejecutivo, sino la viabilidad de la propia educación pública del país. Su gobierno, en tal sentido, parece haber entrado en una zona de ceguera semejante a lo que propone la “até” griega para los “poderosos” héroes que, en tantas tragedias erran el camino, porque sólo ven lo que desde el Poder que creen representar se ve, pero no ven ni escuchan las voces de los otros. En este caso, podría decirse, el otro es “el coro popular” de miles de docentes y estudiantes (50.000 en la calle el 27.8.) de todas las ramas de la enseñanza, que reclaman mejoras para sus salarios sumergidos y condiciones viables para que la educación exista como tal, es decir eduque y forme, y no como un mero espacio, cada vez más deteriorado, de depósito de niños y adolescentes: un 6% del PBI que, aunque insuficiente, nos sacaría de ser uno de los países de América Latina con más bajo presupuesto dedicado a la enseñanza, pero al que se llegaría recién al final de este período de gobierno, allá por 2019. La cláusula, de la que nadie habla, por la cual los sindicatos no estaban conformes con la propuesta del Ejecutivo, era la que implicaba firmar que no habría medidas de paro durante los próximos dos años, un condicionamiento, convengamos, de muy difícil aceptación por parte de cualquier gremio.  
    El Jefe del gobierno ha dicho que lo esencial es que los alumnos tengan clases ahora mismo. Lo que no parece ver el Jefe, desde dentro del cristal de su Torre Ejecutiva, es que declarando la ilegalidad de la protesta gremial de miles de docentes en el momento en que se estaban realizando las negociaciones, no sólo no soluciona el problema puntual sino que lanzó un misil de destrato hacia los docentes. Con esto, la ceguera del gobierno pierde, acaso para el resto de este período, a todos aquellos con quienes debía contar a favor para encarar cualquier construcción futura —a esta altura imprescindible y urgente— de la educación del país. 
  Este niño-principito que camina hacia la muerte de la Educación parece ser, en efecto, el futuro inmediato que nos espera si los maestros, profesores, catedráticos, empleados administrativos y estudiantes - los protagonistas de la educación del pueblo (Varela dixit)- quedan ahí afuera, de a pie, una vez más a la intemperie y encima duramente reprimidos a nivel de sus derechos sindicales, por exigir lo que es para todos los uruguayos. Y ¿para quien comenzó a gobernar el Poder Ejecutivo del tercer gobierno del Frente Amplio? Esa la pregunta que está pendiente. 


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